relatos enviados a nuestro correo
Soy María de Tarapoto. El sábado llevé a mis hijos a pasear por la ciudad, querían helado y correr un rato en la plaza. Todo era normal hasta que lo vi: un hombre enmascarado parado a lo lejos, inmóvil. Mis hijos se rieron, decían que parecía un muñeco, pero a mí me heló la sangre. Yo sí sentí miedo.
Soy María Campos, del Callao. Esa tarde esperaba la combi para ir a recoger a mis hijos del colegio. En el paradero, entre la gente, lo vi: el enmascarado. Estaba quieto, mirándome. Había serenazgos cerca, pero no hacían nada. Nadie se alarmaba… solo yo sentí ese miedo clavado en el pecho.
Me llamo Antonio Ramírez, soy de Bolivia. Una noche salí con mis amigos a tomar unas cervezas. Todo bien, risas y charla. Pero de regreso a casa, en una esquina mal iluminada, lo vi: el enmascarado. Quieto, mirándome. El miedo me cortó la borrachera de golpe. Caminé rápido, sin mirar atrás.
Me llamo Jill Evans. Visité Machu Picchu durante mis vacaciones y tomé muchas fotos del lugar. Ya de regreso en Inglaterra, revisando las imágenes, noté algo que no vi en persona: un hombre con una máscara, inmóvil entre las ruinas. Me estaba mirando. Sentí un escalofrío inmediato.
Nunca me han gustado las multitudes, pero Lizeth insistió. “Una foto acá es obligatoria”. Ahí estábamos, rodeadas de luces, pantallas gigantes y gente por todos lados. Ella posó de perfil, la típica de "una foto como que no me doy cuenta", yo solo apunté el celular y la tomé. Esa noche, en el hotel, repasábamos las fotos del día. Y ahí fue cuando lo vi. En el fondo... estaba él.
María Ramirez.
Ese día venía bajón, la facultad me había hecho percha. Mi novia me dijo que me veía lindo igual y me sacó una foto en el paradero del colectivo, frente al Obelisco. Después, al mirarla... lo vimos. Al fondo, ese tipo con máscara. Quieto.
Lautaro Ponce
